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Review "Nadie Sabe Que Estoy Aquí", un mágico y real cuento de hadas

Por Pablo Solovera



Reparto: Jorge García, Millaray Lobos, Luis Gnecco, Solange Lackington, Juan Falcón

Director: Gaspar Antillo

Género: Drama

Clasificación: +14

Duración: 1h 40m

Sinopsis: “Un excantante infantil, traumatizado por sus experiencias, se convierte en un recluso, nutriendo su su dolor hasta que una mujer llega a su vida y realmente lo escucha.” (Netflix)


La primera producción nacional de Netflix se hizo una realidad, y tomó forma en “Nadie Sabe Que Estoy Aquí”, la ópera prima del director chileno Gaspar Antillo, que también significa el reencuentro de su protagonista, Jorge García (“Lost”), con el país de su padre. Una película bella, trabajada y que quiere quiere contar una historia distinta.

Tras los galardones y laureles que han recibido en los últimos años directores chilenos como Marialy Rivas, Sebastián Lelio y Pablo Larraín, sorprende que la primera producción nacional de Netflix esté a cargo de un desconocido Gaspar Antillo, quien dirige su primer largometraje, tras varios años dedicado a dirigir principalmente piezas publicitarias. Una decisión atrevida, pero que cuenta de todas formas con el respaldo de la máquina de éxitos que es Fábula, y con los hermanos Larraín en la producción. Y el atrevimiento obtiene recompensa, porque la capacidad de dirección de Antillo se ve reflejada en cada pensado y meticuloso detalle de la película, desde los cuidados diálogos, las precisas tomas, la acertada elección del elenco o en cada pequeño movimiento de cada uno de sus personajes; nada queda al azar, y se nota que la mente de su director está involucrada en poder traspasar su decisión artística de contar una tan particular historia de forma precisa, como la imaginó antes de llevarla a papel, y luego a la figurativa figura de la cinta.

Y la sutileza de Antillo se refleja directamente en Memo, el protagonista de nuestra historia, con un gran (en todo sentido) Jorge García dándole vida a este joven. El actor que se hiciera conocido por todos como “el chileno de Lost” volvió al país que dio vida a su padre para demostrar que es mucho más que eso y lo logra con creces. Durante “Nadie Sabe Que Estoy Aquí”, estamos todo momento junto a Memo y lo acompañamos en su dolor y soledad; durante la primera media hora de historia somos su única compañía en la que puede ser libre, justamente porque nadie lo ve. García se entrega de lleno en su actuación, con un personaje que jamás encaja en ningún lado, que destaca demasiado y que se siente ajeno a cada momento de la película (excepto en su cierre), pero esto es porque eso es Memo, es un extraño en sí mismo, quien tras un incidente particular abandona su vida y se recluye en casa de su tío (Luis Gnecco), mientras por las noches sueña con la vida del espectáculo, las luces y vivir otra realidad: la que le arrebataron.


A pesar del gran tamaño de Memo, su personaje posee una sutileza en su existencia que no molesta, que no provoca, que no daña. Memo es, en sus palabras, una gacela, y con esta misma elegancia es que entra a nuestras vidas y se hace un espacio en nuestro corazón, y en el de Marta (Millaray Lobos), quien llegará a cambiar su existencia. Memo, el hombre invisible más grande del mundo, es visto por Marta, pero Memo realmente se deja ver cuando le abre las puertas a la joven dejando que lo escuche. Y aquí es cuando Marta realmente sabe que está aquí. Una película de pocas palabras, pero de muchos momentos. Lobos entrega más con una sonrisa que con un diálogo y Gnecco vuelve a demostrar que con solo una palabra es capaz de convencerte de lo que se proponga, pero la película se la roba García, demostrando hasta sus dotes en el canto, interpretando la canción que da el título a la película, y quien le da a Memo una mezcla de tantas emociones difíciles de explicar sin palabras, como lo son la ira, la tristeza, la frustración, y las convierte en una mirada melancólica, que llora su inocencia robada, pero con un leve dejo de esa esperanza que solo esta misma inocencia te permite.

Nada de esta belleza podría verse si no fuera por la mirada experta del legendario Sergio Armstrong, ligado a la productora Fábula hace años, y quien ha trabajado al lado de Pablo Larraín, Marialy Rivas, Sebastián Silva y otros tanto directores del país. Su visión y precisión se reflejan en “Nadie Sabe Que Estoy Aquí” desde las grande tomas aéreas del lago Llanquihue hasta cada pequeño detalle en los planos íntimos, casi claustrofóbicos, cuando Memo ocupa gran parte de la pantalla, demostrando así su secuestro, donde el carcelero es el mismo. Los paisajes naturales del sur de Chile logran aportar a la historia como un personaje más, pero son los detalles los que le entregan la credibilidad a la narración. La dirección de arte, a cargo de Estefanía Larraín, quien ya demostró todo su talento con “Ema” (2019) y la ganadora del Óscar “Una Mujer Fantástica” (2017), además de su impecable ojo preciso en el detalle, creando un ambiente verosímil, donde contrastan las realidades de Memo y Marta, pero al mismo tiempo las hace similares, atemporales, como atrapadas en la magia del sur.



Si bien, no podemos dejar de ser honestos con algunos puntos que son fuertes y difíciles de digerir y que deberían hacerle daño a la película, partiendo porque, de todas formas, sigue siendo “muy chilena” en sus diálogos y construcción. Existe también una falta de coherencia en la agencia de sus personajes, donde las motivaciones no están presentes, tenemos un conflicto que se presenta muy tarde en la historia, con un protagonista inmovil durante dos tercios de la película. O la, como menos, cuestionable escena donde una pobre oveja es terriblemente maltratada como consecuencia de un pobre manejo de producción. Sorprendentemente, solo el último punto se quedó en mi como una crítica negativa, el resto no importa, porque nada de esto realmente nos hace abandonar la confianza que depositamos en Memo (y así, en Antillo) y su historia.

“Nadie Sabe Que Estoy Aquí”, la primera producción chilena de Netflix, es una película que sobresale donde otros pecan: en su simpleza. En esta se aferra a derrochar talento y una magia que encontramos en este cuento de hadas, donde no es necesario cuestionarse todo lo que ocurre, donde no hay príncipes azules, pero si un joven que quiere esconderse del mundo, donde los monstruos malévolos se disfrazan de una sociedad cruel, con mentiras construidas sobre otras mentiras, pero también tenemos una hermosa magia escondida, que a veces llega en la forma de una joven con un pin de astronauta y una chasquilla muy corta, que te hace recordar que todos tenemos una canción en el corazón y te ayuda a creer que la realidad puede ser menos realista y más mágica.

7/10



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