Por Pablo Solovera
Reparto: Colin Farrel, Rachel Weisz, Léa Seydoux, Ben Whishaw, John C. Reily, Olivia Colman, Jessica Barden, Angeliki Papoulia, Ariane Labed
Director: Yorgos Lanthimos
Género: Drama, Comedia
Clasificación: +14
Duración: 1h 59m
Sinopsis: En un futuro distópico cercano, las personas solteras, de acuerdo a las leyes de La Ciudad, son enviadas a El Hotel, donde son obligadas a encontrar una pareja en 45 días o son transformados en animales y enviados a El Bosque. (IMDB)
Yorgos Lanthimos ha tenido una carrera plasmada de éxitos y nominaciones a los premios más prestigiosos del cine, incluidas cuatro nominaciones a los Óscar. En su primera obra en inglés, el director griego nos entregó “The Lobster”, un distópico drama con tintes de comedia negra con una premisa bastante difícil de comprender al comienzo, pero a veces necesitamos películas que nos cuestionen la verosimilitud de su argumento para poder recibir su mensaje de forma contundente.
Si de películas bien estructuradas se trata, “The Lobster” es un ejemplo a destacar. Fluye de forma orgánica en la estructura tradicional en tres actos, con un breve preludio que nos hace entender el universo de “The Lobster” de manera rápida y eficaz. En su primer acto establece rápidamente el conflicto principal de la película y le fija un “deadline” o fecha límite: David tiene 45 día para encontrar una pareja entre las residentes de El Hotel o será convertido en el animal de su preferencia, una langosta. En un mundo distópico y rápido como este, las parejas conectan a través de un rasgo característico que deben compartir. Su estadía en este dictatorial hotel comienza a plantar la semilla de la incertidumbre en el protagonista, y en nosotros como espectadores, introduciendo personajes que sirven de motor en el tránsito de la historia, moviendo a un estacionario David que sigue sin encontrar el amor y comienza a resignarse a su castigo.
El segundo acto representa un revulsivo en la narrativa, rompiendo la pasividad de su primer acto, que podría considerarse más aburrido para el espectador, y escapando del estancamiento en David, quien toma agencia en sus acciones tras un gatillante que cambia el paradigma total de “The Lobster”, culminando en un clímax inteligente, crítico y que hace válido el desgaste emocional al ver la película, dando paso a un tercer acto y cierre lleno de incertidumbre, que debe ser de los más desesperantes del cine, pero que entrega una recompensa emocional introspectiva gratificante.
De la mano de una estructura sublime, está un guión que no por nada le mereció una nominación como Mejor Guión Original en los premios de La Academia en 2017. Su historia, el desarrollo de cada personaje y la forma de relacionarse entre ellos es natural y cada pieza del puzzle encaja perfectamente, sin dejar nada al azar, haciendo que cada personaje nos interese en la medida necesaria, generando una conexión con los más importantes y sintiendo su dolor, miedo e incertidumbre, lo que se hace fácil cuando tu reparto está compuesto por actores talentosos, comprometidos que dan vida a tu idea de la mejor manera posible. Colin Farrel demuestra, una vez más, que posee un rango muy amplio en sus capacidades actorales, pudiendo interpretar al melancólico David sin dejar ninguna duda al público, mientras que el desempeño de Rachel Weisz recuerda a sus mejores años en el cine. No es difícil entender porque Lanthimos volvió a contar con los actores en sus siguientes proyectos “The Killing of a Sacred Deer” y “The Favourite”, respectivamente. Léa Seydoux suma otro personaje notable más a su repertorio y hace crecer su rango actoral.
Y si hay un sello que ha marcado a Lanthimos, y que plasmó definitivamente en “The Favourite”, es su dedicación al detalle artístico. La combinación y contraste en los tonos de “The Lobster” dependiendo de cada momento son una correcta decisión artística, que se refleja en la temática y se apoya en un trabajo de fotografía cuidado y meticuloso, donde todos los momentos fluyen muy bien entre sí, algo que también se debe al trabajo de sonido y sus transiciones acompañadas de instrumentos de cuerda que reinician el impulso y le entrega a cada escena su propia energía. Al ver la película resulta difícil entender que las grabaciones, realizadas en Irlanda, hayan tomado menos de dos meses, y un año después ya era estrenada en el Festival de Cannes.
“The Lobster” posee una virtud que pocas películas pueden darte, y es la capacidad de poder interpretarla como uno quiera. Lanthimos plantea la temática, pero el análisis es personal. Por un lado es una crítica a la sociedad moderna, su énfasis en el amor romántico y la necesidad de estar en pareja, pero también entrega la postura contraria en otro grupo, que es la gente que insiste en que la soltería es la mejor opción. Al mismo tiempo, hace cuestionarse las expectativas de la gente en las relaciones, o como hoy en día solo conectamos a nivel superficial con cosas insignificantes, pretendiendo incluso ser quienes no somos para agradar. Un mar de posturas, todas radicales en sí mismas, pero Lanthimos no termina de convencerse por ninguna en la entrega lo que es una de sus únicas debilidades, pero que el espectador interesado puede convertir en su mayor fortaleza.
Conclusión: con “The Lobster” estamos antes una de esas películas que se convierten en un debate y, por lo tanto, no es fácil de ver. Si no se quiere invertir el tiempo necesario después en hacer una introspección del ser, quizás resultará aburrida, lenta y absurda a ratos, pero cuando se logra ver más allá de eso, estamos ante una obra maestra trabajada hasta el más mínimo detalle que te hará cuestionar tus paradigmas o, en el peor de los casos, simplemente quejarse de la soberbia intelectual de una de esas películas que tanto nos gusta llamar “cine de autor”. Como sea, generará una reacción en el espectador.
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