Por Pablo Solovera
Reparto: Pablo Echarri, Alberto Ammann, Mora Recalde, César Bordón
Dirección: Martín Desalvo
Género: Drama
Clasificación: n/a
Duración: 1h 43m
Sinopsis: “Guzmán es un guardabosques que patrulla incansablemente la selva en busca de cazadores furtivos. Venneck es un colono muy querido de la zona y, como sus ancestros, es cazador. Sara, una comprometida médica rural, está casada con Guzmán y fue pareja de Venneck. La aparición de un mítico jaguar reavivará una antigua rivalidad entre ellos y los enfrentará.” (FILMAFFINITY)
De la mano del director argentino Martín Desalvo, llega “El Silencio del Cazador”, un verdadero western moderno centrado en temáticas medioambientales y de género, que le valió el reconocimiento internacional en el Festival de Málaga y de Mar del Plata. Una película que busca abarcar varios temas con sus subtramas y subtextos, pero que no logra establecer la visión autoral de lleno en la obra.
Ambientada en la Provincia de Misiones en la República Federal de Argentina, en la frontera entre dicho país, Brasil, Paraguay y Uruguay, sigue la historia entrelazada de tres personajes: Ismael, Venneck (“El Polaco”) y Sara. A pesar de las impecables actuaciones, los personajes tienen un desarrollo mínimo en su historia, donde el “héroe”, Ismael, no reúne las características para generar una identificación con él. A pesar de su presunta nobleza al querer enfrentar a los cazadores furtivos en la reserva natural de la Selva Misionera, su actitud machista y violenta no pasa inadvertida al espectador, mientras que el actuar de El Polaco es de un villano caricaturesco, sin una agenda clara. Sara, por su parte, es un personaje reactivo, con acciones que no corresponden a la idea que uno podría hacerse de ella, siendo quizás el personaje con más matices de los tres. Generan un mayor interés los universos propuestos por sus personajes secundarios, como la maltrada empleada de Venneck, Simone, o el joven indigena apodado “El Sordo” que acompaña a El Polaco en sus andanzas por las zonas protegidas que Isamel, uno de los guardabosques, cuida celosamente. Cabe destacar, también, que gran parte del elenco corresponde a habitantes de la zona de misiones, por lo que la diversidad de rostros y acentos no es forzada, sino que una decisión respetuosa a la zona.
Impecable en sus aspectos técnicos, con un sonido del que debería aprender el cine chileno, un trabajo de cámaras sublime, paisajes bellísimos que representan de manera correcta la zona norte de Argentina, tiene cada detalle cuidado al máximo, ayudando a crear la tensión que va creciendo a medida que van pasando los minutos, en una película donde calma es lo menos que vemos.
La fusión entre la probable idea de Desalvo y la materialización de esta es donde la película pierde fuerza, con una película que podría haber contenido una crítica mucho más tangible al latifundismo, el “neofeudalismo”, la corrupción policial, al machismo o a la caza furtiva, reduciendola a un triángulo amoroso, un “lío de faldas” que, de todas formas, no deja de representar de forma precisa la fuerte violencia de género que, si bien no es la temática principal de la película, no deja de ser necesario mencionar que la República de Argentina ha visto más de 140 femicidios en los que va de 2020 (Chile lleva 23).
Una western fácil de ver, con una crítica social fuerte y actuaciones destacables, que con bellos paisajes y cuidado aspecto técnico, abre una ventana a temas de contingencia, sin detenerse en el juicio, y que no deja del todo claro si el conflicto de la película es un motor para mover la trama, o solo una excusa. No obstante, es un cine diferente a lo acostumbrado a la industria trasandina y posee un valor agregado en su visión autoral, independiente de si el mensaje pasa al espectador.
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